marzo 29, 2024

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Jorge Francisco Marín: ‘Mi hijo era sargento de la Policía y el covid-19 lo mató después de estar en terapia intensiva’

“Mi hijo Jhojan tenía 38 años. Trabajó 14 años en la Policía. Estábamos muy orgullosos de él y hoy se nos fue; el coronavirus lo mató.

“Mi hijo Jhojan tenía 38 años. Trabajó 14 años en la Policía. Estábamos muy orgullosos de él y hoy se nos fue; el coronavirus lo mató.

Nosotros somo de Pasaje, en El Oro, pero desde que se graduó como policía mi Jhojan pasó por Manta, Naranjal y los últimos años de su vida estuvo en Machala. Ahí lo enterramos.

Después de que se graduara de bachiller en el colegio Carmen Mora le dije que se convirtiera en militar como su abuelo, pero él dijo que quería ser policía. Lo apoyé siempre, aunque mi esposa no quería esa profesión, pues decía que podía morir en algún enfrentamiento con delincuentes. Pero murió al enfrentarse al virus.

La madrugada del pasado 8 de abril falleció con covid-19 en el hospital del IESS, en El Oro. Seis días antes fue internado en esa casa de salud, porque tenía fiebre, dificultad para respirar y tosía muy fuerte.

Allí le hicieron la prueba y dio positivo. Tuvieron que intubarle, entró a terapia intensiva, pero no resistió.

A las 03:00 me llamaron para avisarme que había fallecido. Quise verlo por última vez, pero no pude. Cuando llegué, mi hijo ya estaba en el féretro y la gente de la funeraria lo llevó directamente al cementerio.

Todo fue tan rápido. No pudimos velarlo, pues nos dijeron que esa era medida de bioseguridad.

El panteonero tampoco me dejó ver el momento en que era enterrado. Me quedé en la puerta del cementerio. Luego llegaron 16 policías, quienes eran los compañeros de trabajo de Jhojan. Como un homenaje se pusieron en fila y uno de ellos dio un discurso de despedida.

Recién hace tres semanas pude visitarlo. Fui con mi esposa, mis hijas, mi nuera y mi nieto de 17 años. El panteonero nos permitió estar solo 30 minutos. Le dije que le extrañé mucho en el Día del Padre. En su lápida puse una velita y oré para que mi hijito descanse en paz.

La última vez que hablamos fue entre el 26 y el 28 de marzo (del 2020). Me llamó a decirme que le dolía un poco la garganta. Le pedí que se chequeara con un doctor. Dos días después me avisó que un médico del IESS le dijo que se trataba de una amigdalitis y le envió medicinas. Pero se equivocó.

La esposa tampoco nos avisó que día tras día se empeoraba y no pudimos hacer nada.

Cuando tuvo tos muy fuerte, fiebre y sentía que se ahogaba mi nuera lo llevó al hospital. Allí le dijeron que no se preocupara, que es un hombre joven y que es probable que sí resista.

En ese momento avisé lo ocurrido al jefe de mi hijo. Le dije que Jhojan se contagió mientras trabajaba, mientras patrullaba y mientras hacía operativos de control en el toque de queda.

Cuando recién inició la pandemia, cada policía debía conseguirse sus propios insumos de bioseguridad. Mi hijo le pidió a su mamá, quien es costurera, que le haga una mascarilla con doble tela.

Perder a un hijo es el dolor más grande que uno puede sentir y lo peor que me ha pasado.

En mi casa hice un pequeño altar. Dos veces por semana, prendo velitas junto a sus fotos y rezo por su alma, lloro y recuerdo cada momento que compartí con él.

Mis amigos me dicen que debo seguir viviendo por mis otras tres hijas y por mi nieto, pues es lo único que me queda de Jhojan”.

Fuente: El Comercio

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